
Ficha técnica:
Diseñadores: Bruno Cathala, Ludovic Maublanc
Ilustrador: Miguel Coimbra
Año: 2009
Número de jugadores: 2 - 5
Duración: 60 - 90 minutos
En Cyclades cada jugador asumirá el mando de una de las grandes polis de la
antigua Grecia: Esparta, Atenas, Corinto, Tebas y Argos. ¿El objetivo? Ser la
primera facción en construir dos metrópolis y demostrar así la supremacía tanto
militar como cultural. Para lograr hacerse con una metrópolis, primero hay que
adquirir los 4 edificios que le dan forma y, subsecuentemente, canjearlos por
la deseada estructura. Dichos edificios son el Puerto (asociado a Poseidón), el
templo (don de Zeus), la fortaleza (otorgada por el gran Ares) y la universidad
(concedida por Atenea). Ésta es la más convencional de las maneras de lograr el
objetivo que nos dará la victoria, pero hay otras dos opciones.
Las facciones también podrán llevar a cabo el levantamiento de sus
metrópolis gracias a la sabiduría de sus filósofos o bien adquirirlas a la
vieja usanza: a golpe de espada, lanza y escudo. Pero vayamos por partes, dijo
Jack el destripador. Primero hablemos de la manera pacifista de hacer las
cosas. Cuando los jugadores reciban el favor de Atenea, adquirirán una carta de
filósofo y, subsiguientemente, podrán comprar una segunda carta de este tipo
pagando cuatro monedas de oro. Si en algún momento un mismo jugador logra
acumular 4 cartas de filósofo, las descartará para así completar la edificación
de una de sus metrópolis, es decir, el 50 por ciento de la victoria. Sin
embargo, si construir no es lo tuyo y la llama de Ares arde en tu corazón,
existe una tercera y suculenta opción: la guerra. Si durante el transcurso de
la partida un jugador logra conquistar el territorio de uno de sus oponentes,
se quedará con todo lo que haya sobre la isla conquistada, incluso las
preciadas metrópolis (Nota mental: tengo que dejar de decir metrópolis).
Al principio de cada ciclo (ronda de juego), cobraremos monedas de oro
equivalentes a la cantidad de
Para más detalles sobre cómo jugar, os dejo un vídeo del canal 'Juegos de
mesa 221B' que explica los conceptos básicos de este título con una claridad
difícilmente igualable por alguien que no posee el juego y sólo intenta plasmar
las sensaciones de la primera partida. Os recomiendo que le echéis un vistazo a
este canal, ya que publican contenido muy útil y de mucha calidad.
Tal y como he mencionado antes, mis expectativas sobre este juego eran
realmente altas. La cuestión es, entonces, si el juego ha logrado estar a la
altura o, por el contrario, ha resultado en un chasco. Seré directo: esta
primera partida a Cyclades me ha encantado. Tal entusiasmo generó en mí dicha
partida que, ni bien acabamos de jugar, me puse a investigar sobre dónde podía
adquirir el juego. Lamentablemente, Cyclades está actualmente agotado, pero
quizá, con algo de suerte, pueda encontrar alguna copia de segunda mano en buen
estado.
Son muchos los aspectos de este diseño que me captivaron: la gestión de
recursos, la subasta y, por extensión, la tensión derivada de no estar seguro
de obtener el favor del dios que llevas varios turnos intentando usar, la
expansión catanesca sobre el tablero,
la variedad de estrategias para conseguir un objetivo tan simple y el aparente
equilibrio entre todas ellas.
Pero empecemos, como de costumbre, por los componentes. ¿Qué decir al
respecto? Nos hallamos ante un título publicado por Matagot y eso es sinónimo
de una producción medida al milímetro. Todo lo incluido en esta enorme caja es
sumamente placentero a la vista y al tacto. La portada nos transporta a una
escena bélica en la cual un gigante acomete con una enorme roca contra un pelotón
de espartanos que intenta organizarse para hacer frente a la bestia, mientras
que, en segundo plano, un barco sobrevolado por Pegaso se ve arrastrado a las
profundidades del océano por un ser digno de las peores pesadillas de H.P.
Lovecraft: una especie de Kraken insaciable. Simplemente inspirador. El artwork, pues, es de un nivel realmente
sobrecogedor y hace justicia a una temática tan épica como es la de la antigua
Grecia mitológica, llena de seres de ensueño con los poderes más diversos y las
historias más atroces. Resumiendo, Miguel Coimbra es el encargado de los
pinceles y eso, estimados lectores, es garantía de calidad. El tablero, las
cartas y las miniaturas ayudan a transformar a Cyclades en una experiencia
estética de alto nivel con la intención de sumergirnos en un universo que
rebosa carisma y magia.
No nos engañemos, Cyclades es un juego bastante abstracto pese a sus
tremendos esfuerzos por convencernos de lo contrario. Es un sistema que en
esencia tiene un motor muy matemático, pero que a la vez se nos presenta como
un híbrido de diversos géneros. Su diseño recoge mecánicas provenientes de los
títulos más euro del mercado y las
empareja con otras más propias de los llamados ameritrash, obteniendo como resultado un juego que premia la buena
planificación pero que, a la vez, permite que el azar muchas veces la
entorpezca. Ya sea a través de los dados a la hora de batirnos en combate o de
ver qué dioses estarán disponibles en cada ronda, la (mala) suerte puede
destrozar tu 'plan perfecto' y retrasar tus objetivos. A mí no es algo que me
moleste especialmente, ya que creo que la aleatoriedad es un factor que añade
emoción a las partidas y reduce la distancia entre los jugadores experimentados
y los más noveles. Sin embargo, es algo a tener en cuenta si sois de esos
jugadores que prefieren tener todas las variables bajo control porque dudo
mucho que eso sea posible en este juego.
Si bien es cierto que la colocación inicial de las facciones viene
predeterminada por el manual y solo hay 5 dioses de los que escoger, se intuye
un nivel de rejugabilidad considerable por dos razones principales: la
existencia de diversas maneras de conseguir la victoria (las dos metrópilis) y
la variedad otorgada por las cartas de criatura y su gran abanico de efectos. Mi
primera partida fue una lucha constante por encontrar la manera más rápida de
llegar al objetivo. Debido a la cantidad de opciones diferentes y combos
posibles me costó decidir hacia dónde tirar y, aunque al final encaminé mi
estrategia, era demasiado tarde y en pocos turnos otro jugador logró llevarse
la victoria. Esto me lleva a la conclusión de que el número de posibles
estrategias es lo suficientemente elevado como para que el juego no se queme en
poco tiempo.